La relación entre las chinches y los seres humanos es antigua en el tiempo. A mediados del siglo XX el hombre convivía con ellas. Hoy en día un número creciente de empresas de control de plagas ya trabajan rutinariamente frente a ellas. Hay varias razones para explicar la mayor incidencia general de estas infestaciones.
Una de ellas es el desconocimiento general de la ciudadanía. Ha habido una cierta “relajación” por la ausencia o el bajo nivel del problema durante décadas. Esto podría haber descuidado ciertas medidas básicas preventivas, algo que luego hace muy complejo eliminar las infestaciones en determinados escenarios. La falta de información o colaboración puede añadir costes desorbitados.
Otros factores son el incremento en el movimiento de personas asociado a viajes, la enorme movilidad actual de mercancías, la compra de mobiliario de segunda mano o, curiosamente, los nuevos diseños y usos de espacios de las viviendas actuales como los dormitorios. Los usuarios ya no sólo pernoctan en ellos, sino que realizan otras actividades durante su vida cotidiana que multiplican los refugios potenciales y dificultan los tratamientos.
Un elemento muchas veces dejado de lado es el sentimiento de “vergüenza” entre los que padecen la infestación. Esto genera una tendencia a no solicitar ayuda especializada y a ocultar el problema en esos primeros momentos críticos, que es cuando la infestación podría ser más fácilmente controlable y a un coste más razonable.
Este "estigma social" acarrea una ocultación y no comunicación de los casos, cuando las chinches pueden afectar a todo tipo de personas, con independencia de su situación social o económica.
El probable intento del ciudadano de solucionar un problema de chinches por él mismo usando insecticidas domésticos o productos farmacológicos antiparasitarios puede suponer un problema añadido. Los tratamientos mal planificados, especialmente los realizados por los propios ciudadanos, y la tendencia de estos a pensar en soluciones "fáciles" no ayudan a la erradicación.
Estos tratamientos caseros no sólo no controlan el problema, sino que añaden riesgos adicionales. Causan una exposición química de los plaguicidas a las personas, con el riesgo adicional de contaminar alimentos. Su aplicación con una frecuencia incorrecta puede provocar igualmente más riesgos de aparición de chinches o la potenciación de su resistencia a los insecticidas. Indirectamente se facilita ademas la propagación a locales vecinos.
Las infestaciones por las chinches requieren siempre “erradicación”, no basta el control. Evita soluciones poco profesionales y voluntaristas y ponte en manos de técnicos especializados como los de COPLAGA llamando a los teléfonos 956 83 47 58 (para la provincia de Cádiz) ó 955 66 74 08 (para la de Sevilla).
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